Gastronomía
El mundo de la nutrición está en un constante cambio. Las nuevas formas de alimentación, como el veganismo o el vegetarianismo, se abren paso poco a poco. Desde cuestiones que involucran la ética hasta otras que buscan la reivindicación de un cuidado más efectivo de nuestro entorno, son muchas las razones que pueden llevar a buscar sustitutos de la carne.
Sin embargo, también existen muchos mitos que tratan de ensuciar su reputación. Hoy te desmentimos algunos de ellos.
A la hora de llevar a cabo una comparativa entre el consumo de la carne roja frente a otras carnes, esta suele salir perdiendo.
Si bien es cierto que su mala fama está, en algunos casos, justificada por numerosos estudios que exponen cómo un consumo excesivo es dañino para la salud, hay que intentar analizar con una mirada crítica.
Por su parte, cabe destacar que la mayoría de las contraindicaciones del consumo de carne roja se centran principalmente en las carnes ultraprocesadas. No es que la carne roja sea mala, pero sí lo es su consumo en exceso, así como su inadecuado procesamiento.
La división entre carnes blancas y rojas se debe a la presencia de una sustancia llamada mioglobina. Esta proteína es la encargada de dar el color rojo característico de algunos músculos ricos en hierro.
Precismente es por esta proteína, con capacidades oxidentes e inflamatorias, por lo que se piensa que la carne blanca es más saludable, ya que sus concentraciones de mioglobina son inferiores.
No obstante, las carnes blancas no son tan buenas como pueden parecer. Desde hace mucho se ha relacionado el consumo de carne roja con la aparición y subida del colesterol. No obstante, un estudio de Oxford sorprendió ya en junio de 2019 al mostrar la relación similar que tenía la carne blanca con la subida de estos niveles.
Que la carne sea la única proteína capaz de mantenernos sanos, a día de hoy, ya es un mito que muchos han podido desterrar de sus mentes.
El auge de las diestas basadas en proteínas vegetales nos ha traído innumerables alternativas a la carne, desde legurmbres hasta frutos secos, pasando por sustitutos como el seitán o el tofu.
Algunos estudios, como el realizado por la Fundación Española de Nutrición, indican que en nuestro país, España, la ingesta de proteínas está muy por encima de los límites superiores recomendados.
Es decir, podríamos vivir con un consumo mucho inferior de carne, sin que ello implicara un déficit de proteínas.
Los consumidores somos, a día de hoy, mucho más críticos que nunca.
Toda la información que aporta Internet, además de las innumerables apps y fuentes de divulgación científica, nos permiten saber qué compone cada uno de los preparados que encontramos en las grandes superficies.
Pecisamente por esto, no debemos dejarnos engañar por etiquetas en las que ponga "todo natural" o "sin añadidos", ya que ello no implica que sea más sano.
Como ya hemos explicado con anterioridad, existen muchas eminencias que culpan a la carne de ciertas enfermedades, como el cáncer.
Sin embargo, cabe destacar que no existe una relación directa entre el consumo moderado de carne con la aparición de ciertas enfermedades como la diabetes tipo B o los accidentes cardiovasculares.